Progresismo (visión general)

¿Qué significa?
El progresismo es una corriente política y cultural que busca transformar la sociedad mediante cambios estructurales, legales y culturales, con el fin de lograr mayor igualdad, inclusión y “justicia social”. Considera que muchas instituciones tradicionales (como la familia, la religión o las normas sexuales) son responsables de opresión y desigualdad, y por eso plantea su deconstrucción o reinterpretación.

Pilares comunes del progresismo moderno:

• Redefinición de la familia y de la identidad sexual.
• Expansión de los llamados “nuevos derechos” (aborto, eutanasia, identidad de género).
• Igualitarismo radical (en lugar de equidad con justicia).
• Visión materialista de la persona humana (eliminando referencias trascendentes).
• Desconfianza hacia el orden natural y las tradiciones religiosas.

Ejemplos:

• Movimientos políticos que promueven el aborto como derecho universal.
• Proyectos de ley que penalizan el “discurso de odio”, pero que en la práctica censuran la expresión de la fe cristiana.
• Reformas educativas que reemplazan la autoridad de los padres con ideología de género impuesta por el Estado.

¿Va de la mano con la fe cristiana y la visión bíblica?

No compatible.

Aunque el progresismo se presenta como defensor de la justicia, su concepto de “justicia” está desligado de la verdad objetiva y de la ley natural que Dios ha inscrito en el corazón humano (Romanos 2:15). Su énfasis en la autodeterminación, la ruptura de normas morales tradicionales, y su visión del ser humano como un ente autónomo sin referencia a Dios choca frontalmente con la cosmovisión bíblica, que afirma:

• La vida como don sagrado desde la concepción (Salmo 139:13-16).
• La familia como célula natural de la sociedad (Génesis 2:24).
• La identidad del ser humano creada por Dios, no auto-construida (Génesis 1:27).
• La libertad como capacidad de hacer el bien, no como licencia para el pecado (Gálatas 5:13).

El progresismo puede contener una preocupación válida por los marginados, pero al sustituir la verdad por ideología, termina promoviendo el error, destruyendo el orden moral, y debilitando las bases espirituales y sociales que permiten una verdadera justicia.