Nombre completo: Verónica Elizabeth Ucaranza Sánchez
Cargo actual: Magistrada del Tribunal Federal de Justicia Administrativa (TFJA)
Entidad federativa de origen: Ciudad de México
Especialidad(es): Derecho administrativo, fiscal y justicia patrimonial del Estado
Vínculos políticos identificados:
Perfil técnico-jurídico sin militancia partidista visible
Ha trabajado en estructuras del Poder Judicial y órganos autónomos, sin exposición política directa
Grado(s) académico(s):
Licenciatura en Derecho
Posgrados en derecho administrativo y fiscal
Universidad(es):
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
Instituto de Especialización Judicial del Poder Judicial de la Federación
Especializaciones:
Derecho fiscal
Responsabilidad patrimonial del Estado
Justicia administrativa
Magistrada en el TFJA, con enfoque en resolución de juicios fiscales y administrativos
Funcionaria en órganos de fiscalización y control como la Auditoría Superior de la Federación
Participante en mesas técnicas sobre reforma fiscal y justicia administrativa
Promotora de la modernización y digitalización del juicio contencioso-administrativo
Docente en temas de derecho fiscal y administrativo en instituciones de educación superior
Verónica Elizabeth Ucaranza Sánchez no ha buscado protagonismo. Es una mujer del Poder Judicial de carrera, con una trayectoria limpia, discreta y constante. Ha trabajado como jueza, magistrada y profesora universitaria. Su nombre aparece con poco ruido mediático, pero con una firmeza que viene de lo institucional y lo técnico. En un contexto de polarización y justicia usada como herramienta ideológica, eso es una virtud en sí misma.
Pero la virtud cristiana no se conforma con la ausencia de mal. Exige la afirmación activa del bien. Y por eso, ante su candidatura, debemos hacer preguntas más profundas:¿Su silencio es prudencia o cobardía? ¿Su técnica es servicio o comodidad? ¿Es solo leal a la ley humana, o está dispuesta a obedecer también a la ley de Dios?
“El justo no será removido jamás, pero los impíos no habitarán la tierra.” (Proverbios 10:30)
Todo en su trayectoria indica que no está atada a partidos ni a facciones. Su crecimiento ha sido institucional, sin escándalos ni acusaciones de favoritismo. Pero precisamente porque su carrera ha sido tan sobria, no hay registro de que haya enfrentado al poder en defensa de una causa moral o jurídica superior.
Esto no la descalifica, pero sí plantea una incógnita: ¿será capaz de enfrentar a quien la postule, si el derecho y la verdad lo exigen?
Sí. Su formación es clásica, apegada a la legalidad y la estructura procesal del derecho mexicano. No ha sido promotora de reinterpretaciones ideológicas de la Constitución ni ha defendido “nuevos derechos” artificiales. Este respeto a la norma es valioso en un momento donde muchos buscan usar la SCJN como laboratorio ideológico.
Aquí hay una base sólida: respeta el orden constitucional, lo cual es indispensable para defender el Estado de Derecho.
No se le conocen posturas públicas al respecto. No ha hecho declaraciones sobre temas sensibles como el aborto, la ideología de género, la libertad religiosa o el matrimonio natural. Esto puede verse como neutralidad… o como evasión.
Desde la perspectiva cristiana, esta es una omisión importante. Un ministro virtuoso debe tener la convicción de que no todo lo legal es moral, y que el derecho debe proteger primero lo que la ley natural enseña.
“Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte.” (Proverbios 14:12)
Todo apunta a lo primero. Su ascenso ha sido interno, sin alianzas con actores políticos ni uso mediático de su carrera. No busca reflectores ni se involucra en activismo judicial. Esto habla bien de su carácter: es alguien que prefiere hacer justicia que hablar de ella.
Es un perfil ideal para contrarrestar el exceso de ministros ideologizados.
Promueve la paz. Su lenguaje es mesurado, técnico, respetuoso. No hay agresividad ideológica ni tendencia a convertir el derecho en trinchera política. Pero la virtud cristiana no es pasividad, es mansedumbre con firmeza. Ser manso no es ser tibio. Por eso, es necesario que Ucaranza —si llega a la SCJN— no se limite a aplicar, sino que defienda la verdad.
Verónica Ucaranza representa uno de los perfiles más sobrios y prudentes de toda la lista de aspirantes a la Corte. No carga con ideologías. No parece influenciada por el poder. Su trayectoria es institucional y respetuosa de la ley. Todo esto es una base muy positiva desde la virtud.
Pero el gran reto es que su virtud necesita volverse visible y activa. La SCJN no necesita solo jueces que “no hagan mal”, sino jueces que se enfrenten al mal con la verdad y la ley natural como espada.
Si ella está dispuesta a levantar la voz cuando la dignidad humana, la familia o la verdad estén en juego, entonces no solo será una buena ministra, será una jueza justa.
“Habla por los que no pueden hablar, defiende los derechos de todos los desamparados.” (Proverbios 31:8)